¡Hola a todos! Como cada lunes, toca nuevo vídeo y artículo y, en esta ocasión, seguimos con las semillas oleaginosas, esta vez las de calabaza. Vamos a describir qué interesantes compuestos biactivos presentan, así como qué beneficios podemos obtener de su consumo. Igualmente, os explicaré cuál es la mejor manera de consumirlas.
Las semillas de calabaza, así como su aceite, constituyen una valiosa fuente de compuestos bioctivos, entre los que debemos destacar a los tocoferoles, los ácidos fenólicos, los carotenoides y los fitoesteroles[1][2][3]. Además, también cabe mencionar el interesante perfil lipídico que presentan, destacando su elevado contenido en ácido linoleico (omega 6), seguido de ácido oleico (omega 9). Además, presentan una buena riqueza en oligoelementos, especialmente en selenio, zinc, hierro y magnesio. Por otra parte, es también una buena fuente de fibra y proteína, algo que también es destacable.
Entre los ácidos fenólicos que encontramos en las semillas de calabaza y su aceite, encontramos al ácido protocatecuito, el cafeico, el siríngico, el vanílico, el p-cumárico y el ferúlico[4]. El ácido protocatecuito es un potente antioxidante, que ha demostrado, principalmente in vitro, presentar una actividad antidiabética, anticancerígena, antiaging, antimicrobiana, anti-aterosclerótica, antiinflamatoria, hepatoprotectora y neuroprotectora[5]. El ácido protocatecuito también lo encontramos en los frutos rojos, así como el aceite de oliva, la melisa, el romero, las uvas, las almendras, las cebollas, el aceite de açai, entre otros. Como ya hemos mencionado, las semillas de calabaza y su aceite también contienen ácido cafeico, el cual también ejerce una destacada acción antioxidante y antiinflamatoria, tratándose de un compuesto con propiedades quimiopreventivas, algo que se ha constatado sobre todo en estudios realizados in vitro. Se ha visto cómo ejerce una acción citotóxica en células cancerosas y además actúa induciendo su apoptosis (suicidio celular[6]). El ácido ferúlico y el p-cumárico también son de interés, ya que ambos, otra vez, ejercen una acción antioxidante. Resulta que el ácido ferúlico resulta ser un compuesto cada vez más estudiado por su efecto sobre la piel, ya que ha mostrado presentar una acción protectora sobre los keranocitos, los fibroblastos, el colágeno y la elastina. Además, éste actúa inhibiendo la melanogenesis y acelera el proceso de cicatrización. Es por ello que se trata de un activo muy empleado en cosmética, más aún si tenemos en cuenta que ejerce una acción fotoprotectora[7]. Resulta muy interesante encontrar alimentos, como el aceite de coco virgen, el salvado de arroz, el aceite de calabaza y sus semillas, el aceite de oliva virgen extra, así como el de sésamo, entre otros alimentos de origen vegetal, que contienen este antioxidante. Esto, unido a su riqueza en vitamina E, ácidos grasos esenciales, carotenoides y un buen número de otros fitoquímicos, hacen que el aceite de semillas de calabaza también parezca tener potenciales aplicaciones cosméticas.
Además, cabe destacar la riqueza en escualeno que presenta el aceite de semillas de calabaza. Se trata de un compuesto, naturalmente presente en nuestro organismo, que actúa como intermediario de la biosíntesis del colesterol. Las mejores fuentes vegetales de este compuesto son el aceite de oliva, de amaranto, de salvado de arroz, de germen de trigo, así como de aceite de semillas de calabaza.
Resulta que el escualeno, presente en la superficie de nuestra piel, cuando es aplicado tópicamente, le otorga a ésta diversos beneficios, ya que actúa como emoliente, hidratante de la piel, antioxidante y también ha demostrado presentar actividades antitumorales[8].Es por ello que el uso de en cosmética de aceites ricos en este compuesto, como es el caso del de semillas de calabaza, parece ser muy interesante.
A su vez, el aceite de semillas de calabaza también parece presenta potencial cicatrizante de heridas. En un estudio tunesino, publicado en 2016, se demostró, en ratones, como la aplicación tópica de este aceite mejoraba y aceleraba significativamente la curación de las heridas[9].
Por todo esto, este aceite, a nivel cosmético, también parece resultar de mucho interés.
Aparte, es interesante mencionar que las semillas de calabaza y su aceite son una excelentísima fuente de vitamina E, con acción antioxidante y, por otra parte, también contienen carotenoides, principalmente luteína, zeaxantina y betacarotenos. La luteína, de la que ya os he hablado en anteriores ocasiones, se encuentra presente en el cerebro y en la mácula y hay una buena evidencia demostrado que el consumo de este carotenoide, a partir de la dieta, ayuda a prevenir la degeneración macular asociada a la edad[10], así como las cataratas. La luteína, in vivo, también parece tener una acción neuroprotectora[11][12].
Toda esta riqueza en fitoquímicos hacen que las semillas de calabaza y su aceite ejerzan una buena actividad antioxidante y se han llevado diversos estudios, in vivo, demostrando que su consumo tiene una acción anti-aterosclerótica, hepatoprotectora[16][23][25] y también parece ejercer una acción beneficiosa en la hipertensión[24], tal y como se demostró en un estudio realizado sobre ratas hipertensas. Más delante, mencionaremos los estudios realizados acerca del consumo de semillas de calabaza y su aceite y su relación con la salud de la próstata, ya que existe un buen número de estudios, diversos de ellos clínicos (realizados en humanos), que apuntan a que podría tratarse de un alimento de sumo interés para este tipo de afecciones.
Las semillas de calabaza también presentan una buena cantidad de fitoesteroles. Los fiotesteroles son compuestos que presentan una estructura muy similar al colesterol y son capaces de reducirlo. Aparte de las propiedades reductoras de colesterol que presentan los fitoesteroles[13], éstos también parecen ejercer una actividad anticancerígena. Aunque aún no se sabe con exactitud cuál es el mecanismo por el que los fitoesteroles podrían ayudar a prevenir el cáncer, sí que es cierto que hay un buen número de estudios, principalmente in vitro y en animales, que demuestran que actúan modulando la proliferación y la apoptosis de las células tumorales. En cuento a estudios clínicos, son varios los estudios observacionales que han demostrado la posible eficacia de los fitoesteroles en la prevención del cáncer y como tratamiento complementario, aunque hacen falta más estudios que lo confirmen[14].
Una alimentación basada en alimentos de origen vegetal e integrales, nos va a aportar una buena cantidad de fitoesteroles, teniendo en cuenta que éstos se encuentran en los frutos secos, legumbres, verduras, semillas, frutas, que son alimentos que constituyen la base de este tipo de alimentación. Las semillas de calabaza son un alimento que destaca por sus fitoesteroles, siendo el más abundante en ellas el B-sitosterol, el cual ha demostrado ejercer una actividad anticancerígena in vitro, ya que actúa induciendo la apoptosis de células cancerosas, en concreto de mama[15]. En estudios llevados a cabo en animales, se ha visto también la actividad anticáncer del beta-sitosterol.
Además, el beta-sitosterol parece ser uno de los compuestos responsables de que las semillas de calabaza y su aceite parezcan actuar de forma beneficiosa en pacientes con hiperplasia benigna de próstata, una afección que resulta relativamente común, sobre todo en hombres de avanzada edad, y que conlleva una serie de molestias del tracto urinario.
Se ha visto también como las semillas de calabaza ejercen una acción antiinflamatoria[16], antioxidante y anti- androgénica[17], lo cual también contribuye al efecto que parece ejercer este alimento sobre la salud prostática.
En estudios realizados sobre animales, se ha visto como las semillas de calabaza, su aceite y su extracto, actúan reduciendo la hiperplasia de próstata benigna[18][19].
En diversos ensayos clínicos, se ha demostrado la eficacia de las semillas de calabaza y de su aceite en el tratamiento de la hiperplasia benigna de próstata. En estudio clínico publicado en 2015, llevado a cabo en por el departamento de urología de la Universidad de Cologne (Alemania), se demostró que el consumo de las semillas de calabaza, así como de su extracto, ocasionó una mejora substancial de los pacientes con hiperplasia benigna de próstata[20].
En una revisión publicada en 2016, acerca del efecto de las semillas de calabaza en pacientes con hiperplasia de próstata benigna, so concluyó que las semillas de calabaza mostraban una eficacia significativa para mejorar los síntomas urinarios asociados a la hiperplasia de próstata, con apenas efectos adversos[21]. Hacen falta más estudios que lo confirmen, pero los resultados apuntan a que se trata de un alimento verdaderamente prometedor en el tratamiento de esta patología.
Pero, ¿Cuál es la mejor forma de consumir las semillas de calabaza?
Pues bien, si bien es cierto que no hay demasiados estudios al respecto, he encontrado uno que nos ofrece información interesante acerca del tema. Lo que se hizo fue comparar el contenido en fitoesteroles, carotenos, escualano, así como el perfil lipídico, del aceite de semillas de calabaza elaborado con semillas tostadas y sin tostar. Además, también se valuó el contenido en estos compuestos tras tres meses de almacenaje de estos aceites.
Se vio que el aceite extraído de las semillas de calabaza tostadas, presentaba una mayor riqueza en carotenoides y fitoesteroles que el elaborado con semillas sin tostar (crudas). Sin embargo, sí que es cierto que el elaborado con semillas de calabaza crudas presentaba un mayor contenido en escualeno y tocoferoles. En cuanto al perfil de ácidos grasos, éste no se vio afectado por el proceso de tueste[22].
Lo que sí se observó fue que, tras el almacenaje del aceite durante tres meses, se redujo parte del escualeno, de forma similar en ambos aceites y, en cuanto los carotenoides, éstos también se vieron alterados ligeramente en el almacenaje.
Estos hallazgos nos permiten saber que tostar las semillas de calabaza, no parece ejercer un efecto negativo sobre éstas, sino más bien lo contrario, ya que se aumenta el contenido en carotenoides, fitoesteroles y, además, sus ácidos grasos tampoco se alteran apenas. Además, un ligero tueste también nos ayudaría a reducir el contenido en fitatos de las semillas de calabaza, lo cual hará que resulten algo más digestivas y aumentaremos la biodisponibilidad de diversos de sus oligoelementos, como el zinc. Eso sí, si decidimos tostarlas, es mejor hacerlo a temperaturas no superiores a 90 grados. Lo suyo sería comprarlas crudas y tostar ligeramente la cantidad que vayamos a consumir. No sería recomendable tostar las semillas de calabaza y tenerlas almacenadas durante tiempo, ya que eso podría dar lugar a la degradación de sus carotenoides, tal y como veíamos que ocurría con el aceite, en el estudio que he comentado.
No obstante, las semillas de calabaza crudas también son una excelente opción y, si encima las tomamos molidas, también aumentaremos su absorción.
Si decidimos también incluir su aceite en algunas recetas para darles un toque diferente o incluso a nivel cosmético, para hidratar la piel, habría que elegirlo de primera presión en frío. Podemos optar tanto por el obtenido a partir de semillas tostadas como sin tostar, ya que ambos son muy similares, tal y como hemos visto en el estudio. Eso sí, dado que no va a ser el aceite de más consumo (ya sabeis que siempre recomiendo que el aceite de oliva virgen extra debería constituir el principal), conviene que lo compremos en una botellita pequeña, de cristal y negra y, si lo conservamos en el frigorífico mejor que mejor. Es importante que no tardemos demasiado en consumirlo, para que así no se produzca apenas degradación de sus beneficiosos compuestos bioactivos.
Las semillas de calabaza, como a mí más me gustan, es como topping de cremas de verduras, así como en ensaladas, aunque se pueden tomar de otras muchas formas, como por ejemplo con el porridge de avena, sobre verduras al vapor, para hacer una salsita o un dip vegetal, etc.
Referencias científicas
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